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¿Es posible un mundo sin plásticos?

La organización Earth Day eligió el lema “planeta versus plástico” para el Día Internacional de la Tierra. El movimiento tiene como aspiración “reducir en un 60 % la producción de plásticos de aquí a 2040 para construir un futuro sin plásticos para las generaciones venideras”.

Fuente: The ConversationAndrea Cocchini

 

Durante el Día de la Tierra de este año, todas las iniciativas se enfocaron a informar y sensibilizar a la opinión pública sobre los perjuicios que la contaminación plástica supone para la salud humana, la biodiversidad y el medio ambiente y sobre las medidas necesarias para atajar el problema.

 

590 millones de toneladas de plásticos en 2050

 

Se prevé que la producción mundial de termoplásticos ascenderá a 445,25 millones de toneladas en 2025 y que los volúmenes anuales de producción seguirán aumentando en las próximas décadas hasta alcanzar aproximadamente los 590 millones de toneladas en 2050.

 

Estos datos manifiestan la inadecuación de los sistemas de reciclaje actuales, así como de alternativas, aparentemente más sostenibles, como los plásticos biodegradables o los bioplásticos.

 

Claro está que no se puede pedir que el futuro tratado regule y resuelva los múltiples retos –técnicos, económicos y sociales– que suponen todas las fases de vida de los plásticos (la extracción de las materias primas, el diseño de los productos, su consumo, la gestión y el traslado transfronterizo de los desechos plásticos).

 

No obstante, en atención a la gravedad y la urgencia del problema, parece que una (¿quizás ya la única?) solución aún posible para invertir el rumbo al que nos llevan las cifras referidas sería la inclusión en el nuevo tratado de una prohibición a los estados partes de producir nuevos plásticos innecesarios.

 

Sin embargo, después de la tercera ronda de negociaciones del INC (de las cinco previstas), la sensación es que los delegados estatales no están realmente barajando esta posibilidad, ni siquiera a medio plazo.

 

 

Solo plásticos para uso médico y científico

 

Si los negociadores tuvieran la misma aspiración que los promotores del Día de la Tierra de reducir en un 60 % la producción de plásticos para 2040, el tratado que están negociando debería ser más atrevido desde el punto de vista jurídico.

 

El acuerdo debería introducir normas jurídicas vinculantes que, al dar actuaciones concretas a principios básicos del derecho internacional medioambiental (como los de diligencia debida, precaución y prevención), impongan una prohibición progresiva, pero ya ineludible, en la producción de plásticos vírgenes y que exceptúen, obviamente, a los plásticos necesarios en el ámbito médico y para la investigación científica.

 

Si queremos dejar de ingerir el equivalente de una tarjeta de crédito por semana y evitar darnos un chapuzón en unos mares que de aquí a 2050 podrían tener más plásticos que peces, la solución jurídica pasa por vetar de una vez por todas a este material tan perjudicial para nosotros y el planeta.

 

The Conversation - Andrea Cocchini - NOTICIA COMPLETA