El Museo de la Evolución Humana
Este proyecto arquitectónico, diseñado por el arquitecto y pintor español Juan Navarro Baldeweg, es producto de una decidida apuesta de Burgos por la modernidad. El Museo de la Evolución Humana es el edificio central y eje articulador del Complejo de la Evolución Humana y se encuentra flanqueado por el Centro Nacional de Investigación Humana (CENIEH) y por el Palacio de Congresos y Auditorio “Fórum Evolución Burgos”.
Según Juan Navarro Baldeweg, en el Complejo se interpreta la evolución como algo que ha de venir incorporado íntimamente al territorio, al suelo, a los estratos geológicos y a la naturaleza en general, que es el marco referencial de toda vida y la depositaria de información, contenedora de un conocimiento que hay que excavar literalmente.
Este proyecto arquitectónico busca reproducir la Sierra de Atapuerca en la ciudad, por eso el acceso al MEH se hace desde una rampa que salva cinco metros de desnivel respecto a la acera. Es una pequeña elevación en la que se ha plantado la vegetación autóctona de la Sierra y que baja en terrazas hasta conectar con el río Arlanzón. Desde el acceso principal en alto se ha generado un espectacular mirador al centro histórico de la ciudad. Al entrar en el edificio la sensación es de continuidad, las paredes de cristal permiten seguir conectados con el exterior y con los edificios colindantes. Es una gran caja de luz que proporciona una sensación de transparencia y apertura a la sociedad.
Cuatro módulos inclinados con vegetación preservada siguen reforzando la idea de la Sierra y las secciones longitudinales que conforman los pasillos emulan los cortes realizados al construir la trinchera del ferrocarril minero a finales del siglo XIX y que dejaron a la luz los restos de cuevas que ahora nos ayudan a reconstruir el pasado.
El Museo es un prisma orientado norte-sur con unas dimensiones (30 m de altura, 60 de anchura y 90 de fondo) que convierten la zona de entrada en un gran espacio diáfano, espectacular por su volumen y luminosidad, donde prima el equilibro y la pureza de líneas. Una doble piel de vidrio forma las cuatro fachadas y la cubierta permite la luz cenital, dotando al espacio de una acusada luminosidad y facilitando su eficiencia energética. Esta cubierta queda mantenida por unas enormes aspas de acero de color rojo, elemento sustentante pero también simbólico. La superficie total se acerca a los 15.000 metros cuadrados, que se distribuyen entre la exposición permanente –dividida en 4 plantas-, la sala de exposiciones temporales, las salas de talleres, el salón de actos y las zonas de servicios.
El Museo se concibe como una oportunidad de pensar sobre nuestro origen y evolución y abre un diálogo con el visitante, considerado partícipe en ese proceso de aprendizaje. Su arquitectura permite, por lo tanto, una experiencia única en su dimensión formal, estética, sensitiva y cognitiva.
Otra visión del complejo de la Evolución Humana
El MEH, una gran caja de luz
El arquitecto Juan Navarro Baldeweg condensa su idea del espacio edificado en una frase rotunda que escribió en su libro Una caja de resonancia (2007). Dice que la dimensión constructiva es el aire. Aunque las palabras se refieren a La pompa de jabón, un cuadro del siglo XVIII del francés Jean-Baptiste Siméon Chardin, la frase acierta a retratar el MEH y el carácter esencial de la etérea arquitectura que Navarro concibió para el Museo de la Evolución Humana en Burgos a modo de estuche casi incorpóreo. Desde 2010 el Museo MEH acoge, entre otros tesoros arqueológicos de valor excepcional, los huesos del homo antecessor, el primer europeo conocido. Este español, padre Adán de Europa, vivió hace 800.000 años en la sierra burgalesa de Atapuerca. El yacimiento del lugar que habitó es Patrimonio de la Humanidad por el valor trascendental de los hallazgos relativos a nuestros ancestros.
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