Publicado el 09 de mayo de 2024 por José Yravedra Sainz de los Terreros
Humanos y tigres dientes de sable se alimentaron del mismo mamut hace 1,2 millones de años en Orce
Autores: Juan Manuel Jiménez Arenas y José Yravedra Sainz de los Terreros
Uno de los temas que más llama la atención al estudiar las poblaciones humanas del Paleolítico es su relación con los grandes animales extintos. Desde el descubrimiento de su asociación con los humanos prehistóricos por Boucher de Perthes, los mamuts han generado gran fascinación, como lo
demuestra la cantidad de documentales, películas y relatos en los que estos colosos cobran protagonismo. Hoy siguen captando nuestra atención debido a las noticias sobre una posible clonación que los devuelva a la vida.
Orce es una zona arqueológica situada en el norte de la provincia de Granada donde se incluyen algunos de los yacimientos más importantes para entender el primer poblamiento humano de la parte occidental de Europa. En uno de ellos, en Fuente Nueva 3, sucedió hace 1,2 millones de años una historia que ha sido reevaluada como si de la escena de un crimen se tratara.
Entre el rico y diverso conjunto de fósiles exhumado en dicho yacimiento (compuesto por hipopótamos, rinocerontes, caballos, hienas gigantes, etc.) destaca una hembra de mamut fallecida, posiblemente, por causas naturales a la edad de 60 años. “Se trata de un esqueleto casi completo (le faltan las patas
y el cráneo), excavado a principios de este siglo cuyo estado de conservación es excelente debido a que fue rápidamente cubierto por las aguas de un lago”, apunta Juan Manuel Jiménez Arenas, profesor del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada y director del ProyectORCE. En un reciente trabajo, el equipo de investigación de dicho proyecto ha vuelto a examinar este espécimen de mamut revelando que las superficies de la pelvis y dos costillas presentaban modificaciones compatibles con marcas de corte antrópicas y con fosas producidas por la
presión ejercida por los dientes de algún carnívoro. “A partir de aquí se llevó a cabo una minuciosa labor para dilucidar cuándo murió el animal y qué agentes intervinieron sobre el cuerpo”, afirma José Yravedra, catedrático del Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología de la
Universidad Complutense de Madrid.
El denominado nivel 5 de Fuente Nueva 3, donde se encontró el esqueleto fosilizado, es un agregado de diferentes historias. Por tanto, la primera tarea fue precisar el momento exacto de la deposición. Para ello, se recurrió a la micromorfología, una disciplina que permite estudiar la formación y sucesión
de eventos a nivel microscópico. En la secuencia estratigráfica se definieron cinco capítulos diferentes. El sedimento adherido a un fragmento óseo de nuestra protagonista nos permitió afirmar que falleció en el quinto y último. Éste se define como un episodio de transgresión del lago con una entrada
súbita de una corriente de agua. “De no haber sido por la combinación del estudio del sedimento del yacimiento y el del hueso del mamut, no sabríamos dónde, cuándo y bajo qué circunstancias falleció y se enterró el proboscídeo” señala Mario Gutiérrez, investigador del Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén.
Fig.1. Marcas de corte sobre pelvis de mamut producida con útil de sílex
El segundo cometido fue analizar las marcas de corte y las marcas producidas por carnívoros. Con el fin de asegurar la antropización de las marcas de corte y asegurar que no se trataban de otro tipo de alteraciones como las marcas de pisoteo, se recurrió a la recreación tridimensional de las marcas para
compararlas con marcos referenciales, y mediante la aplicación combinada de morfometría geométrica, estadística profunda e inteligencia artificial se comprobó que las trazas encontradas en la pelvis y en las costillas eran marcas de corte, producidas probablemente con herramientas de sílex (figura 1). Respecto al análisis de las marcas de diente, y tras comparar las fosas del mamut de Fuente Nueva 3 con las marcas producidas por diferentes carnívoros como hienas, leopardos, jaguares, leones, lobos etc., se comprobó que estas mordeduras fueron producidas por grandes félidos, concretamente por tigres dientes de sable”, subraya Yravedra.
Las marcas de corte en la pelvis parecían estar asociadas a episodios de evisceración, ya que se encontraban en la cara interna del hueso. Por otro lado, en las costillas se hallaron marcas de corte en la cara externa, indicando que estaban asociadas a actividades de descarnación. Las de mordedura, solo con la remoción de paquetes musculares. Curiosamente, lo que no se ha encontrado es el crenulado típico (furrowing) o roído que dejan las hienas cuando acceden a huesos de elefantes, lo cual es significativo si consideramos que en Fuente Nueva 3 se encontraron coprolitos de las grandes hienas de cara corta (Pachycrocuta brevirostris).
Fig. 2. Recreación realizada por Jesús Gamarra sobre humanos y felinos dientes de sable aprovechando los restos del mamut.
Además, los resultados obtenidos en esta investigación no muestran una competencia entre humanos y tigres dientes de sable por la carroña de este mamut (figura 2), sino que más bien hay una interacción de dos agentes que acceden a un mamut en dos eventos diferentes separados por un corto espacio de tiempo antes de que el individuo quedara cubierto por las aguas. Hay que tener en cuenta que el tamaño de una hembra de mamut (4.000 kg) indica que se dispondría de suficiente alimento para ambas especies. “Así, la naturaleza no siempre se revela ‘roja en garras y dientes’”, concluye Jiménez Arenas.