Noticias

Entérate de todo y más

¿Qué puede enseñarnos sobre el cáncer el fósil de un homínido de 1,7 millones de años?

Un grupo de investigadores encuentra un tumor en un hueso del pie de un pariente biológico del ser humano

RICHARD GUNDERMAN

 

Un equipo internacional de investigadores ha anunciado que ha detectado indicios de cáncer en los restos fosilizados de un pariente biológico del ser humano que vivió hace unos 1,7 millones de años. Es raro encontrar fósiles del árbol familiar de los homínidos. Hallar uno con signos tan bien conservados de un tumor es aún menos frecuente.

Parece que el cáncer lleva bastante tiempo con nosotros, y este hallazgo pone de relieve una de las preguntas más fascinantes sobre esta enfermedad: ¿Por qué existe el cáncer, para empezar?

El cáncer es una enfermedad mortal, y era especialmente letal antes del reciente descubrimiento de tratamientos eficaces. Así que ¿por qué el cáncer, o la propensión a él, no ha desaparecido hace mucho tiempo? Por plantear la pregunta de una forma un poco distinta: ¿Por qué los seres vivos, incluidos los humanos, llevamos en el ADN las herramientas de nuestra propia destrucción (genes supresores de tumores y oncogenes que tan solo esperan una afrenta del entorno para matar a sus portadores)? ¿No deberían los seres vivos con esos genes sufrir una selección negativa en la competición evolutiva por la supervivencia y la reproducción?

Un antiguo osteosarcoma

Antes de responder esa pregunta, volvamos al tumor de 1,7 millones de años de antigüedad.Los investigadores descubrieron el cáncer en un metatarsiano, uno de los huesos largos del pie situados justo detrás del dedo gordo. Los científicos analizaron la muestra con rayos X de alta resolución, con lo que se pusieron de manifiesto más detalles de la lesión y se generó una imagen tridimensional que reveló una “textura ósea irregular entretejida y esponjiforme cuyo aspecto exterior se asemejaba a una coliflor”, dicen. En otras palabras, las células del tumor habían crecido de forma desorganizada y sobresalían de la propia estructura del hueso (un signo de neoplasia maligna). Llegaron a la conclusión de que era un cáncer óseo, probablemente un osteosarcoma.

Al trabajar como radiólogo en un hospital infantil, veo con regularidad imágenes de rayos X, TAC y resonancia magnética de pacientes con osteosarcomas. Solo representan una mínima parte de todos los cánceres óseos primarios, y se diagnostican sobre todo durante la adolescencia y el comienzo de la vida adulta. Una característica poco común del caso sudafricano es la ubicación del tumor (la pierna y el brazo son sitios mucho más habituales que el pie).

Los osteosarcomas se originan a partir de células formadoras de hueso anormales. De hecho, el nombre osteosarcoma proviene de las raíces griegas que significan “hueso” y “crecimiento carnoso”.

Los osteosarcomas no se dan solo en humanos. Constituyen la forma más habitual de cáncer óseo entre los perros y los gatos De hecho, los osteosarcomas son más frecuentes en perros que en personas, sobre todo en especies de tamaño grande como el galgo y el gran danés.

El cáncer existe desde hace mucho más de 1,7 millones de años. En Indianapolis, en el Museo para Niños se expone el cráneo fosilizado de un Gorgosaurus, un pariente del Tyrannosaurus rex que vivió durante el Cretácico, hace unos 70 millones de años. Muestra indicios claros de tener una masa, del tamaño de una pelota de golf, dentro de la cavidad craneal.

El cáncer no es una única enfermedad

Al tratar de entender las causas del cáncer, una de las dificultades es el hecho de que el cáncer no es una única enfermedad.

Existen muchos tipos diferentes de cáncer, que pueden catalogarse en función del órgano en el que se originan (cáncer de pulmón, de colon, de mama, etc.). Mejor aún, pueden catalogarse según el tipo de tejido que representan. Por ejemplo, los carcinomas se forman a partir de células epiteliales o de revestimiento, los sarcomas, de células del tejido conectivo y las leucemias, de células precursoras de células sanguíneas.

Lo que llamamos cáncer es una familia de trastornos que pueden agruparse bajo el mismo nombre porque poseen una característica común: se altera la regulación del crecimiento celular.

Por ejemplo, pueden estar dañados genes que normalmente suprimen el crecimiento celular, lo que causa una proliferación descontrolada. Un indicio de que todos los cánceres no son lo mismo lo vemos en el hecho de que tienen pronósticos y tratamientos muy diferentes.

Las pruebas actuales indican que muchos cánceres tienen su origen en la exposición a factores ambientales como el tabaco, los carcinógenos de los alimentos, ciertas infecciones y la contaminación del aire y el agua. Parece improbable que el tabaco o la contaminación del aire puedan haber causado cáncer hace millones de años, pero es posible que algunos factores dietéticos y agentes infecciosos fuesen más habituales en un pasado remoto.

Cromosomas y oxígeno

Una de las primeras explicaciones sobre el modo en que el cáncer podría deberse a daños cromosómicos la ofreció una catedrática que me dio clase en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chicago, Janet Rowley. Durante la década de 1970, Rowley descubrió que, en muchos pacientes con leucemia mielógena crónica, se habían intercambiado fragmentos de los cromosomas 9 y 22, lo que demostró que los cambios en el ADN pueden causar cáncer.

Parte de la responsabilidad del cáncer puede atribuírsele a un culpable insospechado, una molécula sin la que la vida humana sería completamente imposible: el oxígeno. Nuestras células necesitan oxígeno para convertir los alimentos en energía. Este es uno de los motivos por los que el cuerpo humano cuenta con más de 96.500 kilómetros de vasos sanguíneos, que permiten que los glóbulos rojos lleven oxígeno a cada una de nuestras células, 75 billones en total.

Pero el oxígeno no es una molécula absolutamente beneficiosa. De hecho, es extremadamente reactiva e incluso tóxica en concentraciones elevadas. Y en los albores de la historia de la Tierra, el nivel de oxígeno empezó a aumentar drásticamente, a medida que proliferaron las plantas fotosintéticas (la fotosíntesis es un proceso que genera oxígeno). Esa mayor cantidad de oxígeno posibilitó la aparición de organismos multicelulares capaces de transportar oxígeno a todas sus células.

El oxígeno se vuelve problemático cuando aparecen formas superreactivas del elemento. Por ejemplo, cuando la radiación ionizante alcanza una célula, puede formar superóxidos que reaccionen ávidamente con las moléculas cercanas. Cuando una de estas moléculas es ADN, los genes sufren daños y surgen mutaciones que pueden transmitirse de una generación de células a la siguiente. En algunos casos, puede producirse una transformación en cáncer.

¿Nos acompañará siempre el cáncer?

Otro de los motivos por los que el cáncer ha persistido es el hecho de que tiende a afectar a seres vivos de edad avanzada. Solo el 1% de los cánceres que se diagnostican cada año en EEUU se presenta en niños. Así que, durante la mayor parte de nuestra historia biológica, cuando la esperanza de vida era menor, los homínidos se reproducían y morían por otras causas mucho antes de que el cáncer tuviese ocasión de desarrollarse.

Hoy, en los países avanzados, la tasa de mortalidad por otras enfermedades, como las infecciones, las cardiopatías y el ictus, se ha reducido tanto que mucha más gente vive hasta una edad avanzada, cuando la serie de mutaciones necesaria para generar un cáncer ha tenido tiempo suficiente de aparecer. De hecho, el aumento de la tasa de cáncer es, en parte, consecuencia de la buena salud y la longevidad generalizadas.

¿Podemos erradicar el cáncer? El problema fundamental de las células cancerosas es que no saben cuándo tienen que dejar de crecer y morir, de manera que siguen proliferando de forma descontrolada. Aunque esto sea muy dañino para el organismo, la existencia de genes que propician el crecimiento celular es, evidentemente, crucial para que los seres vivos crezcan y sobrevivan ante todo.

Pensemos en un coche. Hace dos semanas, los frenos de mi coche fallaron, una situación peligrosa. Podríamos desear que los coches se construyesen de tal modo que los frenos nunca fallasen, pero el único modo de eliminar la posibilidad de un fallo de los frenos sería suprimir el sistema de frenado por entero, una propuesta muchísimo más peligrosa.

Lo mismo pasa con el cáncer. Podríamos desear que estuviésemos construidos sin genes que contribuyan a la aparición de un cáncer, pero el crecimiento y el desarrollo normales —y sí, también la muerte— no serían posibles sin dichos genes. En lo relativo a la vida, tenemos que aceptar lo malo además de lo bueno, aunque esto no significa que no podamos avanzar en la prevención y la cura del cáncer.

El hallazgo de cáncer en el hueso de un homínido de 1,7 millones de años no es solo una rareza biológica; sirve para recordarnos lo que significa estar vivo y ser humano. La vida está llena de peligros. Prosperar biológicamente (y biográficamente) no significa eliminar todos los riesgos, sino controlar los que se pueda, tanto para reducir los daños como para propiciar una vida plena.

IMAGEN: PATRICK RANDOLPH-QUINNEY (UCLAN)