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Publicado el 09 de octubre de 2023 por Cristina Valdiosera

Vacas domésticas y uros salvajes, una historia de encuentros en la Península Ibérica.

Autor: Cristina Valdiosera

Ilustración de MARÍA DE LA FUENTE

El ganado vacuno (Bos taurus) ha sido un valioso recurso económico desde la prehistoria y juega un papel muy importante en la vida de los humanos en la península ibérica, no solo como animal de carga y fuente de alimento, sino también como icono cultural, tal como se muestra en la tradición de las corridas de toros y otros festivales taurinos. 

 

Cuando durante el Neolítico se introdujo desde el próximo oriente el ganado doméstico en Iberia, todavía había uros salvajes (Bos primigenuis) presentes en la península. Sin embargo, no está claro cuál fue la contribución de este ancestro salvaje a las razas modernas y cómo interactuaban el ganado salvaje y el doméstico bajo la supervisión humana. El equipo de Arqueología Molecular del Laboratorio de Evolución Humana de la Universidad de Burgos   decidió investigar estos temas aprovechando el magnífico registro de restos de bovinos recuperados en el yacimiento de El Portalón de Cueva Mayor, en la Sierra de Atapuerca. 

 

Este yacimiento cubre una amplia cronología con abundante material desde el Neolítico, es decir, hace aproximadamente 7500 años, cuando se inició la agricultura y la ganadería en Europa, hasta épocas recientes. Por esta razón, este yacimiento es ideal para investigar el proceso de domesticación y sus protagonistas, en este caso, el ganado bovino tanto en su forma salvaje como doméstica. 

 

Los investigadores de la Universidad de Burgos y la Universidad de Uppsala (Suecia) especialistas en paleogenómica, han conseguido secuenciar el genoma de los restos de bóvidos de El Portalón rastreando el flujo de genes entre los animales salvajes y domésticos, demostrando que principalmente fueron los toros salvajes (los machos de uro) los que se introdujeron en los rebaños domésticos y que la contribución genética del uro en el ganado doméstico, incluyendo la raza Lidia (la utilizada en los festivales taurinos), se ha mantenido constante desde hace unos 4000 años hasta la actualidad.

 

Desde la expansión inicial del ganado doméstico hacia Europa durante el período neolítico, el ganado taurino y su antepasado salvaje, el uro, compartieron áreas de distribución, lo que llevó a numerosas oportunidades para la hibridación intencional y no intencional. Para abordar esta problemática, realizamos el análisis bioarqueológico de 24 restos  procedentes de yacimientos del norte de la Península Ibérica cuya antigüedad va desde el Mesolítico hasta el período Romano (Figura 2). Además de los fósiles de El Portalón de Atapuerca, se incluyeron los de otros yacimientos como Els Trocs (Huesca), Mendandia (Treviño) y Artusia (Navarra). También, en el estudio se incluyeron genomas de comparación de animales del Reino Unido, Norte de África y Oriente Medio (Figura 1).

 

Entre todos los restos que hemos secuenciado, se han identificado uros salvajes, vacas domésticas y algunos híbridos (Figura 3). Nuestros resultados muestran una hibridación frecuente durante el Neolítico y el Calcolítico (Figura 2), pero que principalmente protagonizaron los machos de uro y las hembras de ganado doméstico, como demuestra la mayor proporción de ascendencia doméstica encontrada en el cromosoma X que en el resto de cromosomas de las vacas (autosomas) (Figura 3). Esto probablemente refleja una combinación de la caza del uro junto con una ganadería de rebaños domésticos poco o mal gestionados. Esta idea se ve reforzada por nuestros análisis isotópicos, que demuestran que aunque ambos tipos de animales compartían los mismos nichos ecológicos, solo unos pocos individuos domésticos parecen haber sido gestionados teniendo acceso exclusivo a ciertos alimentos relacionados con el confinamiento en cercados o corrales, pasto en suelos abonados o alimentación con cultivos fertilizados, como demuestran sus valores isotópicos de nitrógeno más alto. 

 

La proporción de ADN de uro en el ganado doméstico, aproximadamente un 20%, se mantiene relativamente constante desde hace unos 4000 años (Figura 2), probablemente debido al manejo del rebaño y la selección humana en contra de los híbridos, coincidiendo con otras transiciones culturales. El nivel constante de antepasados salvajes (20%) continúa en las razas modernas de Europa occidental, incluyendo el ganado Lidia español que se utiliza en las corridas de toros, pero que no muestra niveles elevados de antepasados de uro en todo su genoma. 

 

El conjunto de nuestros datos arqueogenómicos nos ha permitido investigar la extensión de la hibridación entre el ganado doméstico y los animales salvajes a lo largo del tiempo, proporcionando una visión sobre el comportamiento de las especies y su manejo por parte de los seres humanos, es decir, una mirada paleogenómica al impacto de las acciones humanas en la evolución y el establecimiento de una de las especies domésticas más importantes en la actualidad. 

 

 

 

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