Publicado el 23 de junio de 2023 por José Ramón Alonso
La apasionante evolución de los humanos
Autor: José Ramón Alonso
Vivimos una época apasionante de la paleontología humana. El número de las especies conocidas de humanos se ha multiplicado en los últimos años, así como las interrelaciones entre ellos, lo que sabemos de su cultura, de su inicio y su final. Por otro lado, hay cosas discutibles y es imposible estar a la última. La evolución de los humanos no es una sucesión de seres progresivamente menos encorvados que va desde un chimpancé a un humano moderno, sino un arbusto denso y complejo, con ramas, cruces y puntos finales. No derivamos del chimpancé, monos y humanos descendemos de un ancestro común.
Los humanos tenemos una serie de características distintivas pero las más importantes son el bipedalismo, andar erguido sobre dos piernas; el aumento del volumen cerebral, que posibilitó el lenguaje, la formación de grupos sociales y la construcción de herramientas; el desarrollo lento y largo, que hace que criemos y enseñemos a nuestros hijos durante años, el afinamiento del vello corporal y una disminución del dimorfismo sexual pues hombres y mujeres somos mucho más parecidos que los machos y hembras de gorilas y orangutanes, otros parientes cercanos.
Los primeros fósiles de otra especie humana se descubrieron en el siglo XIX y afortunadamente fueron denominados Homo neanderthalensis, por el valle alemán del Neander donde se encontraron, mucho mejor que el término propuesto por Ernst Haeckel, que lo llamó Homo stupidus. En los últimos años uno de los cambios más llamativos es la mejora de la reputación de los neandertales. Hace un siglo se les representaba como seres brutales, lerdos y agresivos, ahora hay dudas sobre si los primeros que hicieron arte, música, tuvieron un lenguaje articulado, hicieron fuego aprovechando las propiedades químicas de distintos minerales, utilizaron medicamentos y enterraron a los muertos fuimos nosotros o fueron ellos.
La especie humana más antigua conocida es Homo habilis, del que se conocen restos de 2,8 millones de años de edad. Tendría un cerebro parecido al de un chimpancé actual (450 cm3) y haría herramientas sencillas. En el siguiente millón de años el cerebro no paró de crecer y se calcula que cada generación tiene 125.000 neuronas más que la anterior y al final de ese período, las nuevas especies identificadas Homo ergaster y Homo erectus ya han doblado el tamaño de su cerebro (850 cm3). Con ello serían capaces de dominar el fuego, hacer herramientas complejas y salir de África, extendiéndose por Asia y Europa. En los siguientes milenios parecerían nuevas especies como Homo heidelbergensis, Homo rhodesiensis y Homo antecessor. El hombre moderno derivaría de alguna de estas especies mientras que en el caso de los neandertales parece claro que derivarían de los heidelbergensis, uno de los homininos de Atapuerca.
Otra especie enigmática son los denisovanos, llamados así porque los primeros fósiles que encontramos fueron unas muelas y el hueso de un meñique recogidos en la cueva de Denisova, en Siberia. Sin embargo, las buenas condiciones de conservación permitieron secuenciar el ADN y saltó la sorpresa: no eran neandertales ni sapiens, sino una especie distinta. Hasta ahora solo tenemos fósiles de cuatro individuos diferentes. Recientemente unos dientes de leche recogidos en Siberia han revelado otra nueva población de humanos. Les han llamado los antiguos siberianos del norte. No sabemos mucho más de ellos.
Ha habido épocas en las que han existido simultáneamente al menos cuatro especies diferentes de humanos y se han apareado entre sí. Los seres humanos actuales, salvo los africanos, tenemos en nuestro genoma entre un 1 y un 4% de genes de neandertal. Los melanesios, aborígenes australianos y papuanos también tienen un porcentaje de genes denisovanos. Alguno de nuestros ancestros tuvo relaciones sexuales con individuos de la otra especie y de ellos nació descendencia fértil. Parece que a la hora del sexo siempre hemos sido bastante promiscuos y, como dicen, nos gusta más que a un tonto una tiza. Desde entonces la evolución de los humanos no ha hecho más que enriquecerse y complicarse con la identificación de nuevas especies en distintos continentes.
Otra especie enigmática es Homo naledi, del que se han encontrado restos en una cueva sudafricana. Su antigüedad es de 250 000 años y hay aspectos contradictorios como cerebros de pequeño tamaño y señales de que los restos habrían sido puestos intencionadamente en la cámara profunda de una cueva, un ritual funerario que contrasta con esa escasa capacidad craneal. Hay también dudas sobre cómo un humano de aspecto tan primitivo sobrevivió hasta hace tan relativamente poco.
La más reciente es una especie descubierta en Filipinas y que ha sido denominada Homo luzonensis. El primer fósil fue un hueso del pie de 67 000 años de antigüedad descubierto en 2007 por un equipo franco-filipino. En los años siguientes el equipo ha ido reuniendo más evidencias, sumando una docena más de fósiles, siete dientes y cinco huesos. Alguno de los dientes han dado una edad de 50 000 años. Eso les haría contemporáneos de Homo floresiensis, el hombre de Flores, una especie de pequeño tamaño que se encontró en la isla de este nombre, a unos tres mil kilómetros de distancia, y que se ha bautizado popularmente como los «hobbits».
No sabemos de dónde provienen estas especies. Una posibilidad es que deriven ya de una especie de nuestro género, Homo erectus, que sabemos que alcanzó el sudeste de Asia o por el contrario que desciendan directamente de un hominino similar a Lucy, Australopithecus afarensis. Esta última opción si se confirmase, sería un bombazo porque esta especie hasta el momento solo se ha localizado en África pero tanto los pies como las manos de las dos especies filipinas se parecen mucho a los australopitecinos.
Otra duda importante es si esas especies eran capaces de construir botes o balsas y navegar. La otra opción sería que llegasen a esas islas por un accidente, individuos que vivían cerca de la costa y que fueron arrastrados al mar durante una tormenta y luego, como robinsones del pasado, tras un viaje increíble quizá agarrados a un madero, depositados en una orilla lejana. Aunque sea difícil de imaginar, los datos existentes apoyan más esta segunda posibilidad porque si esos humanos primitivos eran capaces de navegar, es más difícil explicar como esas poblaciones estuvieron aisladas el tiempo suficiente para convertirse en especies distintas.
También en nuestra especie ha habido novedades sorprendentes. Se creía que los humanos modernos, nosotros, habíamos llegado a Europa hace relativamente poco, unos 48 000 años. Sin embargo, un equipo alemán ha revisado unos fósiles encontrados en Grecia y la datación con técnicas modernas demuestra que un cráneo de Homo sapiens tiene 210 000 años con lo que la llegada a Europa es 165 000 años más antigua de lo que suponíamos y muy cercana a la aparición de nuestra especie. Somos una especie inquieta y curiosa, que siempre quiere ver qué hay al otro lado de las montañas.
¿Y cuáles son los mensajes para nosotros? Lo primero es cierto toque de humildad. Los neandertales tenían cerebros un poco más grandes, mejor vista y eran más fuertes. Hay duda sobre si las primeras expresiones de arte, de enterrar con flores a los difuntos, de música, de usar adornos corporales y maquillajes, fueron suyas o nuestras. Quizá los primeros «sabios», eso es lo que significa sapiens, no fuimos nosotros. Lo segundo es un mensaje de fragilidad, somos la única especie de humano que queda, los últimos, y nada garantiza nuestra pervivencia. Exterminios, enfermedades y cambio climático parecen estar detrás de la desaparición de alguna otra especie de humanos, un toque de atención a nuestra generación. También seguimos, en pleno siglo XXI, teniendo guerras y terrorismo, matando a otros seres humanos, algo incomprensible para muchas otras especies. Lo tercero es un relato de esperanza, hemos cruzado desiertos y mares, hemos cazado mamuts y rinocerontes lanudos armados con piedras y palos, hemos compuesto sinfonías, inventado las vacunas y puesto el pie en la Luna, hemos cuidado a nuestros mayores y a los débiles. Somos una especie joven, dueños de nuestro destino y que tan solo debemos temer a nosotros mismos.
Fotos: Galería de los Homínidos del Museo de la Evolución. Foto: Luis Mena/MEH. Obras de Elisabeth Dayness